El 17 de Mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Durante años se ha perseguido a la comunidad LGBT y, lamentablemente, en la actualidad también, aún en el mundo se siguen sosteniendo posturas que no hacen más que dañar a la condición humana. En 70 de los 193 estados miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aplican, actualmente, restricciones coercitivas contra la homosexualidad y en algunos casos se castiga hasta con pena de muerte.
Nuestra sociedad se ha constituido un camino que permitirá aún cambios más profundos en la determinación de la orientación sexual de cada individuo. La homosexualidad ha existido a través de la historia y en diferentes culturas, pero siempre fue castigada. En nuestro país la comunidad LGBT ha conquistado derechos, como el Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género, hechos que sorprendió a algunos, escandalizó a otros y agradecieron tantos.
Cuando se habla de estos temas, no discutimos la orientación sexual de nadie, sino el modelo de sociedad en el que queremos vivir. Han cambiado los modos de amar y cambian las ideas de sexualidad en las sociedades, así cambiamos o mejoramos, diría yo, las democracias. ¿Acaso, la Argentina, no es mucho más democrática que en 1990? Obviamente que sí, y cuando hablo de Argentina, hablo de sus ciudadanos y ciudadanas, de sus juventudes, es otro país, somos otra sociedad y saldamos deudas antiguas, respondiendo a sus antiguas demandas.
Hablando de antiguo, no pensarán que el vínculo heterosexual no tiene su historia, tuvo siglos de construcción cultural antes de ser “el modelo único y universal”.
El amor, en nuestros tiempos, ha tomado la bandera de la libertad y la igualdad, se ha sacado la máscara, ya no se tendrá que esconder ningún sentimiento, el amor nunca más volverá enmascarado de rechazo y del desprecio, no dejaremos que nuestra sociedad retroceda ni un paso, ¿por qué? Porque el problema lo tienen otros.